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Lorena Reboredo

Soy Lorena Reboredo, tengo 41 años, el día 13/05/2014 me iba de vacaciones, con mi pareja y mi suegra; en varias ocasiones había estado con dolores de garganta; concurría al  médico, me daban medicación y nada más, como era a repetición, me mandaron a hacer un laboratorio, el mismo día me dieron el resultado, se lo lleve al médico y me dijo que estaba todo bien, que tomara corticoides. El día 08/05/14 se me ocurre ir a mi médico de cabecera, a la médica clínica, tenía tan inflamadas las encías que casi me tapaban un diente, era muy raro esto para mi, escuchando mi cuerpo y prestando atención a lo que este me decía, la fui a ver con los resultados de los análisis que me habían hecho en el mismo mes. El lugar donde ella atiende queda muy cerca de mi casa, con lo cual fui caminando, como lo hacía siempre, en el camino tenía una sensación rara, mi manera de explicarlo era que sentía que no me llegaba el oxígeno a las células.

Llegue al consultorio, me atendió, mira mis resultados y los deja caer sobre el escritorio y me dice “ Que te dijeron?”, mi respuesta fue: nada, que siga tomando corticoides. Su cara, sus ojos, su voz no me comunicaban nada bueno, ¿qué puede ser? Le pregunto, ella me dice, dejame que vea esto con alguien más… se va y me quedo sola en el consultorio, mi cabeza pasó por mil quinientas millones de opciones, todas las que estaban dentro de mi conocimiento, mis pensamientos decían: debe ser una infección, nada tan grave, que más grave que eso, nada, todo se puede solucionar con antibióticos ¿o podrá ser otra cosa?

Volvió y me dijo que no me podía dejar ir si no le prometía que me iba a ir directo a la clínica a repetir los estudios de sangre, no están bien los que vos trajiste;  nunca me dijeron exactamente qué era lo que tenía, quizás fue lo mejor, pero sabíamos que no estaban bien las cosas. Salí y fui a mi casa, en el camino llamé a mi pareja para contarle y para que viniera, fuimos a la clínica, me repitieron los análisis y sumaron muchos más, mi primer punción de médula ósea. Y llegó la noticia, “tenés Leucemia”, después de esa palabra no pude escuchar nada más, solo un vacío, la miraba a la doctora y lo miraba a mi pareja, como tratando de encontrar una explicación a lo que estaba pasando, nada tenía sentido. Si, se me derrumbó todo, todo lo que tenía armado, todo lo que tenía planeado cambió drásticamente. Estuve una semana en una clínica y luego gracias a una persona que hoy es una de mis personas favoritas llegué a Fundaleu, donde desde el primer día estuvieron acompañándome, cuidándome. Donde mi médica de cabecera Isolda Fernández me acompañó paso a paso, ella sabía todo lo que me pasaba sin que yo se lo dijera, ella conocía todo lo que había pasado la noche anterior sin hablar conmigo, como no sentirse cuidada, como no sentirse protegida. Todos mis médicos de Fundaleu fueron fundamentales para que hoy este acá, para que hoy pueda vivir.

No puedo mentir, no fue para nada fácil, pero lo que sí puedo decir es que SE PUEDE, claro que se puede. Siempre me pensé débil, frágil, mi enfermedad, Leucemia Mieloide Aguda, me ayudó a descubrir que soy una persona muy fuerte, más de lo que me imaginaba. Para mi enfermarme fue de alguna manera sanar otros problemas grandes que tenía y que no me daba cuenta. Me enseñó a disfrutar la vida, que es hermosa, que hasta las cosas que tanto no te gustan son parte de un aprendizaje.

Después de todo un proceso de quimioterapia, vino la otra mala noticia, era muy probable que no pudiera tener hijos, no sé qué fue peor, si la noticia de la enfermedad o ésta. Seguimos adelante, el paso siguiente fue el trasplante de médula ósea, con lo que eso conlleva, buscar un donante, econtrarlo en la familia, no hay. Se busca en el banco mundial de donantes, llega la noticia de que hay compatibilidad con tres personas de todo el mundo. Desde allí comienzo a tratarme en el Hospital Británico, allí me informan del donante y los pasos a seguir, el 29/12/2014 me internaron en el Hospital, el día 07/01/2015 llegó el día del trasplante y a partir de allí una nueva lucha. Hay que luchar cada día, un día estas muy bien, el otro estás en el fondo, pero siempre, siempre hay una luz, siempre hay esperanza. Lo más importante es estar acompañado, gracias a mi pareja pudimos salir adelante y pelearla día a día. Mi familia también estuvo acompañándonos codo a codo y así logramos salir adelante.

Hoy después de cinco años de tratamiento pos trasplante, estoy esperando mi primer hijo, no puedo describir la sensación de felicidad y agradecimiento. Diariamente agradezco a Dios a mi donante, que gracias a él hoy tengo la posibilidad de vivir, de amar, de ser mamá. Gracias a mi pareja que fue mi bastón, mi sostén, sin él hoy no podría estar acá. Gracias a la familia que me acompañó en todo momento. Gracias a los médicos, a Isolda Fernández, a Guillermina Remaggi, a Ana Laborde, a todo el personal de Fundaleu y del Hospital Británico. Todos los días agradezco a ellos todo lo que hicieron por mí. Gracias a ellos, hoy puedo decir que Si se puede!

Lorena Reboredo.

 

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