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Mariano Marienhoff

Mariano Marienhoff

 

Escribo estas líneas para darle apoyo y esperanza a quien esta, como lo estuve yo, con la pesada carga de un diagnóstico de linfoma y esta por comenzar con algún tratamiento.

En mayo de 2012 después de algunos meses de molestias en el estómago y de automedicarme con antiácidos, me decidí a ver un gastroenterólogo quien me indicó hacerme una endoscopia.

Fue así que me la hice, un día fui a buscar el resultado, me dieron el sobre y al llegar al auto me senté y lo abrí, esperando leer, como máximo una úlcera, pero el informe decía “se presume Linfoma”. El gastroenterólogo me derivó a una hematóloga (me pregunté para qué si tengo algo en el estómago, pero por suerte se cruzó en mi vida ya que fue un sol que me iluminó el camino) la Dra. me explicó que era un Linfoma, si bien ya había leído páginas y páginas por Internet y sentía que el mundo se había parado, mantenía la ilusión que el estudio estuviese errado.

Con la nueva endoscopía confirmaron Linfoma, esta vez no lo abrí y fui directo a la Dra., ella lo vio y al verle la cara me di cuenta del diagnóstico. Fue un golpe terrible ya que mi hermana había fallecido de cáncer hacia 6 meses y viví con ella el proceso, quimio, deterioro y muerte, y pensé bueno esto es lo que me espera a mi, ya que normalmente asociamos la palabra cáncer como sinónimo de “penosa” “larga” enfermedad con un final cantado.

Recuerdo que fue un lunes y Ana no me dejó pensar, el martes me pusieron el catéter en el pecho, el miércoles punción de médula y el jueves la primer quimio. El tratamiento eran 6 quimios que consistían en una aplicación de 5 a 6 horas y me volvía a casa, descansaba 21 días y de nuevo.

Terminaron las 6 aplicaciones y me hicieron un control que es una tomografía PET con un contraste que detecta células cancerosas, pensé, bueno ya pagué, si  tenía que aprender algo ya está. Lamentablemente el tratamiento no dio resultado ya que quedaron vestigios.

Eso fue otro palo en la nuca ya que había puesto mucho esmero y esperanza, pero no anduvo.

La opción era el autotransplante de médula, una cosa que suena muy pero muy feo.

Para prepararme me sometí a 3 quimios de 5 días continuos de aplicación con 15 de descanso, fueron muy duras y en estas realmente me sentía muy mal y todo lo que dice la letra chica de los remedios de “puede causar” a mi me pasó.

Después de esto que yo pensé que era duro, venía el trasplante que es una quimio muy fuerte para liquidar todo lo que pueda quedar y arrancar de cero con tus propias células sanas (esto es un resumen muy doméstico, pero sirve para entender).

Al finalizar estas 3 quimios mi doctora me indicó que me trate en Fundaleu, me dijo “si o si” la ves a Guillermina.

Esto si es fuerte, como me dijo mi doctora, “te van a pisar con un camión, van a dar para atrás y te pisan de nuevo”, realmente fue así, la pasé mal en serio, pero evidentemente uno puede siempre un poco más, pero tuve que recurrir y usar todo pero todo lo que se tiene de fuerza interior y pedir que te den fuerza de donde sea, cada uno con sus creencias y luchando contra sus miedos mas íntimos en una soledad absoluta ya que por más que tengas el apoyo incondicional de tus amores, familia y amigos en última instancia el lomo lo pone uno.

Estuve más de 1 mes internado, cuidado como un rey en esta querida institución, luego me fui a casa muy golpeado, pero con una nueva oportunidad, por suerte pude capitalizar esta enfermedad que tiene como leí en alguno de los libros que consumí, efectos colaterales positivos si es que te abstraes y los podes ver.

Hoy pasó más de 1 año y acá estoy escribiendo estas líneas esperando que el que está, como estuve yo en el primer renglón, vea que se puede pasar, que hay algo después de tanto palo y que hay que agarrarse de lo que a uno le sirva de apoyo, todo vale ya que en este caso el fin justifica los medios.

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